En tránsito, la rosa
Cancerígena
se retorcía
la rosa
que más nunca
supo escribir.
No pudo
acalambrar su tallo
entre los esbeltos dedos
del corazón del corazón.
No pudo
amasar su utopía
de oreja, párpado y uña
sin oir, observar ni arañar.
Convaleciente
el hielo la fue
quemando,
mientras hablaba
el dialecto del
icebergfuego.
Se condensó,
evaporó
y cristalizó;
Se volvió sangre,
gangrena, granizo...
Y pudo
a un rostro
Empapar.
Autor: ©Gilberto Palacios.
Derechos Reservados de Autor bajo responsabilidad del mismo.
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